Cerrando la tienda Orange (1978)
Una orden de demolición sorpresiva condujo a un drama legal, un pago de £100.000 y el fin de la era icónica de Orange Shops.
Cliff Cooper, fundador y director ejecutivo, recuerda una sorpresa desagradable: "Un día de 1978, sin previo aviso, aparecieron contratistas de construcción, cerraron la calle New Compton y comenzaron a prepararse para demoler todas las tiendas, incluida la nuestra. Los clientes y proveedores no podían acceder a la calle, y ninguna de las tiendas podía operar".
Un buen amigo mío, Nigel Benjamin (exlíder de Mott the Hoople), me sugirió que contactara a su padre, Ben, que era abogado. Tras escuchar nuestra situación, Ben nos dijo que los constructores estaban completamente fuera de lugar. Su consejo fue simple: necesitaba convencer a un juez para que dictara una orden judicial contra los promotores. Una orden judicial detendría las obras inmediatamente, y cada día perdido les costaría una fortuna.
Manteniendo nuestra posición
Como no nos habían notificado formalmente, Ben logró persuadir a un juez para que dictara la orden judicial. Creía que era improbable que los promotores presentaran una demanda, y que el creciente retraso los presionaría rápidamente.
Ese mismo día, recibí una llamada urgente de los promotores, pidiéndome que asistiera a una reunión en sus oficinas de Pall Mall. Al llegar a sus imponentes oficinas, me llevaron a la sala de juntas, donde cuatro hombres bien vestidos me preguntaron cuánto aceptaría para levantar la orden judicial y permitir que continuaran las obras. Me detuve un momento y dije: «100.000 libras». Inmediatamente llamaron a su secretaria y les dictaron una carta solicitando que se extendiera un cheque por esa suma a mi favor.
El fin de una era y un nuevo comienzo
Estaba emocionado, aunque una parte de mí se preguntaba si podría haber pedido más. Aun así, el pago nos permitió trasladarnos a nuestras nuevas oficinas en Mason's Yard, St. James's. Significó el cierre definitivo de las Tiendas Orange para dar paso a las excavadoras. Su cierre marcó el fin de una era.
Casi todos los que trabajaron en Orange en aquella época me han dicho, en algún momento, cuánto los extrañan. Fue una época realmente emocionante: cada día traía nuevos retos y oportunidades. Y lo que más me sorprende es que, décadas después, he vuelto a hacer lo que me apasiona: trabajar con Orange, ahora como una marca verdaderamente global.